domingo, 30 de junio de 2013

La tres etapas de la fotografía contemplativa





En una entrada anterior he escrito sobre este tipo de acercamiento a la fotografía (ver aquí). Ahora voy a describir de forma algo más detallada el proceso, haciendo referencia a los tres momentos o etapas que lo configuran. Por supuesto, no es la única forma de fotografiar. Tampoco es la que más me interesa, al menos en este momento.  Pero creo que es una modalidad que a algunos os puede resultar interesante.

1. El flash perceptivo

Nuestra mente no para. Está continuamente activa pensando, recordando, dándole vueltas a nuestras preocupaciones y deseos.  Paseamos por la calle o el campo y estamos tan orientados hacia nuestro mundo interior que apenas si prestamos atención a lo que nos rodea. Sin embargo, en algunas ocasiones el flujo de nuestros pensamientos se ve interrumpido por una imagen que irrumpe con fuerza en nuestros sentidos. El tiempo se para y nuestra atención se centra en ese reflejo en una ventana, o en esa fachada de fuertes colores, o en ese haz de luz que ilumina el rincón del jardín. No hay pensamientos, no hay conceptos, sólo pura experiencia perceptiva que se abre paso en nuestra mente. Nuestra mente y nuestro ojo se alinean por un momento.

Este flash de percepción es crucial en la fotografía contemplativa. Cuando sucede  experimentamos una sensación de quietud y plenitud, de estar fijamente anclados a nuestra percepción. Ocurre repentinamente, nos sacude con fuerza y  nos desconecta de lo que estábamos pensando para envolvernos con la riqueza y claridad de lo que hemos percibido. Sucede de forma natural, y no podemos hacer nada para fabricarlo deliberadamente, pero sí podemos tener una actitud receptiva y aprender a reconocer estos flashes.

2. Discernimiento visual

Tal vez no resulte demasiado complicado reconocerlos. Al fin y al cabo la percepción es algo natural para el ser humano, no se trata de algo que deba adquirirse tras años de entrenamiento y práctica.  Podemos ver a un bebé completamente absorto en la contemplación de un móvil de colores intensos. Pero esa imagen percibida debe traducirse en una fotografía que recoja su esencia. Esta es la segunda etapa,  el discernimiento visual, que  quizá represente el aspecto más complicado de la fotografía contemplativa. Supone un puente entre la frescura y viveza de la percepción inicial y su expresión  en una imagen fotográfica.  Aunque pudiera parecer algo sencillo, todos hemos experimentado en alguna que otra ocasión la decepción que supone comprobar cómo la fotografía final no recoge fielmente lo que habíamos contemplado.

Y es que tras ese flash inicial viene la excitación que comienza cuando decidimos tomar la foto. Entonces empezamos a pensar en términos fotográficos, analizando cómo aplicar las reglas compositivas, cómo hacer una imagen equilibrada e impactante que sorprenda a nuestras amistades, cómo vamos a procesarla para darle más fuerza a esas nubes y hacer que parezca que en algún lugar están quemando neumáticos; o cómo vamos a suprimir esos elementos sobrantes que impiden que nuestra imagen sea el epítome del más moderno minimalismo. Es decir, vuelve el pensamiento analítico, y el flash intuitivo se disuelve como un azucarillo en ese mar intelectual de ideas y ocurrencias. Y claro, se rompió el hechizo. El fotógrafo contemplativo debe mantener la serenidad, tratar de resistir el impulso de echar mano a la cámara y buscar un nuevo ángulo o punto de vista más interesante.  Debe relajarse y profundizar en esa percepción, analizando la imagen y tratado de encontrar las cualidades que le llamaron la atención:  ¿fue el color naranja intenso de esa puerta? ¿quizá las texturas de esa vieja pared? No hay necesidad de añadir o suprimir nada para mejorar la imagen. Todo está ahí, sólo hay que recogerlo en el sensor. Como dijo Cartier-Bresson, “hay que pensar antes y después, nunca mientras tomas las fotografía”. Y es que la fotografía contemplativa es pura intuición.

3.  Creando la imagen equivalente


La tercera etapa es la de construir una fotografía que resulte comparable a nuestra percepción. Si en las fases anteriores todo el trabajo correspondía a ojo y mente, ahora la cámara ha de entrar en acción. Habíamos tenido una percepción clara y viva y sin ningún tipo de filtro cognitivo, y  conseguimos mantener esa imagen en nuestra mente de forma relajada y profundizado en sus cualidades visuales. Ahora llega el momento de poner nuestra técnica fotográfica al servicio de la foto que queremos producir: elegir el encuadre apropiado, la abertura correcta,  la longitud focal...es decir, los parámetros que reflejen  lo más fielmente posible la imagen percibida. No se trata de utilizar trucos que mejoren la imagen, si lo haces la fotografía perderá frescura, espontaneidad y vida, y ya no estarás ante un ejemplo de fotografía contemplativa.





sábado, 22 de junio de 2013

Premio Nacional de Fotografía de Paisaje





A finales del mes pasado y en el marco de Fotogenio se falló lo que los organizadores denominaron Premio Nacional de Fotografía de Paisaje (ya sé que suena un pelín pretencioso). Tuve la suerte de quedar finalista con esta fotografía que algunos ya conocéis. El estar entre los 30 finalistas (aquí) supuso que la foto fuese impresa a buen tamaño y calidad y expuesta en el encuentro en un lugar de bastante visibilidad. Como los organizadores nos invitaron, acudí a Fotogenio para ver si había suertecilla y de paso echar un vistazo a lo que se cocía por allí. Como podréis imaginar, una de las primeras cosas que hice al llegar fue acercarme al lugar donde estaban expuestas las fotos de los finalistas. Mi primera impresión fue algo paradójica. Me explico.

Por una parte, me agradó mucho ver mi foto expuesta junto a otras de muy buenos fotógrafos. Y sobre todo verla en un formato e impresión más que aceptables. Aunque, siendo sincero, la copia era demasiado oscura y no reflejaba con fidelidad las tonalidades originales. Pero lo que más me chocó fue el contraste entre una fotografía algo barroca y pictorialista como la mía, y muchas de las que la rodeaban, bastante más modernas y minimalistas. Al momento me vino a la cabeza la anécdota que puso etiqueta al Fauvismo.  Cuentan los cronistas que en el Salón de Otoño del año 1905 que se celebró en París exponían sus obras pintores como Derain, Matisse, Roualt o Puy, que en aquellos momentos eran totalmente desconocidos. Cuando el crítico Louis Vauxcelles entró en la sala, al ver entre tanta pintura provocadora un bronce de Albert Marque que representaba a un niño con un estilo que le recordó a Donatello, exclamó: !Donatello parmi les fauves! (Donatello entre las fieras). Pues bien, yo experimenté la sensación contraria al ver mi foto, algo turneriana y demodé, entre tanto excelente paisaje de estilo más actual.

Poco a poco fue pasando esa primera vergüenza inicial. Al fin y al cabo, creo que tampoco está tan mal la foto. Me gustan de ella la atmósfera creada por ese sol naciente que trata de abrirse paso entre la niebla, y el contraste entre la tradicional barca camaronera que permanece anclada y resistiendo la corriente, y el enorme buque carguero que avanza con determinación siguiendo el curso del río. Toda una metáfora: la tensión entre tradición y modernidad dentro de la foto. Lo mismo que fuera de ella. Curioso, ¿no?
Y yo sintiéndome  como ese bote camaronero anclado en el pasado y viendo pasar a mi lado los barcos (paisajes) minimalistas.



sábado, 15 de junio de 2013

La Fotografía Contemplativa: una forma de mirar




La primera vez que oí hablar de fotografía contemplativa sentí curiosidad por esta modalidad fotográfica que no aparecía en los manuales al uso, y que no se solía mencionar en los foros. Buscando por internet encontré algún que otro post, algún podcast e incluso la referencia a un libro. Ahora que tengo el libro puedo comentar con más conocimiento  de qué va el asunto.

Tengo que empezar diciendo que se trata de algo más que una modalidad fotográfica ya que supone una manera de mirar, incluso de vivir, muy relacionada con las filosofías orientales. El concepto de atención o conciencia plena es el que mejor se ajusta a esta forma de mirar por el visor.  La conciencia plena o mindfulness no es otra cosa que  estar muy concentrado en el momento presente de manera continua y relajada, sin juzgarlo, aceptándolo tal y como es, y sin tratar de controlarlo, estando atento a cada uno de sus detalles y matices. En ese estado, tu mente no se aleja de la realidad dejándose llevar por una corriente de pensamientos que te proyectan hacia el pasado o el futuro, y haciendo que se evapore la magia del momento presente. Simplificando, podríamos decir que se trata de aparcar tus pensamientos y estar atento a todo lo que te rodea manteniendo muy abiertos los sentidos: el aroma del café que estás tomando, la luz suave que entra por una ventana, el reflejo de las luces sobre el vidrio de la mesa, el intenso color rojo del jersey de la chica de la mesa de enfrente y esa música relajante que pone el fondo sonoro a tu experiencia.

A que empiezas a darte cuenta de qué la va cosa. Pues sí, la fotografía contemplativa es una forma de usar la cámara para reflejar tu estado de ánimo, para recoger en el sensor esos detalles (sombras, reflejos, colores) que se te suelen escapar  cuando tu percepción no está cegada por tus preocupaciones y pensamientos.  Fotografías contemplativamente cuando tu visión no está oscurecida por tus expectativas sobre si será una buena foto, ni por tus dudas sobre la mejor técnica para tomarla, ni por tus pensamientos acerca de la belleza del motivo.

En la fotografía convencional el tema o motivo es muy importante para obtener fotos exitosas.  Se trata de encontrar el paisaje adecuado, capturar la emoción correcta o  mostrar de forma exacta las condiciones sociológicas. El fotógrafo se parece a un cazador en una busca permanente de la mejor presa. Obviamente, cada fotógrafo tiene su idea particular de lo que resulta bello, artístico, interesante o atractivo, y busca motivos que se ajusten a esos conceptos que actúan como filtros o moldes.  Además, trata de utilizar todas las técnicas, reglas de composición y trucos disponibles que le ayuden a acercar su foto a aquello que va buscando. Distraída por esos filtros, técnicas y conceptos, la visión se distorsiona y se le escapa lo más precioso, que es aquello que tiene delante pero que no se ajusta a  esos moldes preestablecidos. El fotógrafo convencional podrá obtener una imagen bella, impactante e incluso memorable, pero que mostrará las cosas no tal como son sino como él quiere que sean. Serán imágenes que atraerán más al cerebro que al corazón. Las imágenes de famosos fotógrafos como Ansel Adams o Andrea Gursky serían buenos ejemplos de estas fotografías técnicamente perfectas pero frías y carentes de frescura. En el otro extremo se encuentran aquellos maestros que priorizaron en su obra la experiencia de ver. Edward Weston, Cartier-Bressón, André Kertész o Robert Adams responderían a ese perfil de fotógrafos con una mirada limpia y sin encorsetar. ¿Y tú qué prefieres?