domingo, 22 de mayo de 2022

LA CREACIÓN ARTÍSTICA ENTRE EL DOLOR Y LA FELICIDAD

La felicidad no suele tener buena prensa en ambientes intelectuales. Eso de gozar de la vida suele considerarse propio de mentes simples e insensibles a la tragedia que acarrea la existencia en este valle de lágrimas que nos ha tocado sufrir. Tal vez por ello tendemos a asociar el proceso creativo con la melancolía, el sufrimiento y el dolor ¿Cómo podría brotar la magia creadora en algo que no fuese sino una mente sensible y atormentada? ¿Acaso no busca el poeta con sus versos una prolongación al sufrimiento que le causó la pérdida del objeto amado? Tal vez ande acertado Mircea Cartarescu al comentar “nadie escribe si no sufre. De todas las experiencias humanas, la literatura es la que más dolor inflige”. O Eduard Munch, cuando afirmó que al arte viene de la alegría y el dolor, pero sobre todo del dolor.
“Una espina es la carne” es la metáfora que Lola López Mondejar utiliza para referirse a la creación. Para esta psicoanalista y escritora, lo traumático es la materia prima que utiliza el artista en sus obras. Una idea que ya apareció en los escritos de Freud sobre arte, quien consideraba que la creación artística brota de un deseo incumplido al que se trata de dar satisfacción mediante la creación. Así, la obra de arte constituiría una realidad intermedia entre el mundo de las fantasías y el mundo exterior. Un refugio para el alma dolorida y contrariada.

No obstante, el proceso creativo es un asunto demasiado complejo como para que podamos darlo por zanjado considerando que el padecimiento humano es la única fuerza capaz de alimentarlo. Bien podrían sacarnos de dudas las personas creadoras, dándonos información sobre el proceso que han seguido para engendrar sus obras. Pero, como argumentó Stefan Zweig en “El misterio de la creación artística”, la persona que crea no tiene tiempo de observarse a sí mismo cuando se encuentra en el estado apasionado de la creación. En ese momento de trance se halla en una situación de éxtasis plenamente centrado en su obra, y poco atento a cómo funciona su mente.
 
Sin embargo, Mihaly Csikszentmihalyi, profesor de psicología en la Universidad de Chicago, discrepó de Zweig al considerar que las personas creadoras si podían aportar información interesante sobre los procesos mentales por los que transcurría la creación. Así, a partir de un centenar de entrevistas a personajes excepcionales de ámbitos científicos y artísticos, y tras 30 años de investigación sobre el asunto, llegó a la conclusión de que hay que desmontar el falso mito del genio como ser atormentado por el sufrimiento. Muy al contrario, Csikszentmihalyi encontró que las personas creadoras informaban que el placer y el disfrute era la sensación que solía acompañarles cuando se encontraban totalmente inmersos en una actividad creadora. El denominó “flujo” a este estado de concentración total en una tarea. Un estado mental que conlleva aspectos cognitivos, afectivos y fisiológicos, y que es vivido por quienes lo experimentan como un momento mágico de realización óptima en el que desaparecen los obstáculos y todo comienza a encajar. No hay dolor o padecimiento, sino gozo y bienestar.
 
Es posible que el malestar psicológico pueda estar en el origen de muchas obras. Creaciones que darán sentido al dolor vivido y servirán como un bálsamo para aliviar el dolor y cicatrizar las heridas. La insatisfacción también puede estar presente en algunos momentos del proceso creativo. Por ejemplo, cuando en la fase de preparación se están barajando distintas hipótesis o alternativas que generan duda e incertidumbre, o cuando en la de validación se observa que los resultados no responden a las expectativas iniciales. Pero no en el momento clave de la creación, ese en el que tras las fases de incubación e iluminación la persona creadora está absorto en la realización. En esa etapa el sentimiento más frecuente es el de un placer eudaimónico más intenso que el alcanzado en los momentos de hedonismo y relax.
 
Foto: Picasso fotografiado por David Douglas Ducan
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