sábado, 12 de junio de 2021

NEUROESTÉTICA FOTOGRÁFICA: EL PODER EMOTIVO DE LAS TEXTURAS

Ha pasado mucho tiempo desde que el físico C.P Snow impartiese su célebre conferencia para destacar la enorme brecha que separaba las dos culturas, la científica y la de las humanidades. Y aunque la cosa no ha cambiado mucho desde entonces, hay que agradecer algunas iniciativas que han servido para tender algunos puentes entre ambas orillas. Una de las más interesantes es la del neurocientífico y premio Nobel Eric C. Kandel, quien a lo largo de las últimas décadas nos ha regalado algunos textos brillantísimos sobre neuroestética. En ellos expone cómo los recientes descubrimientos neurocientíficos pueden ayudarnos a entender mejor los mecanismos psicológicos y cerebrales implicados en la apreciación de las artes visuales, especialmente el arte abstracto. Sirva como ejemplo la explicación que nos ofrece sobre porqué las texturas representadas en una imagen generan tanto impacto emocional en el espectador, algo que los fotógrafos y fotógrafas siempre intuyeron. Así, la utilización de una iluminación lateral para resaltar las texturas, las tomas a través de cristales empañados o las imágenes en las que la niebla crea una perspectiva aérea envolvente han sido recursos frecuentes para intensificar la carga emotiva de algunas fotografías. Ya he comentado en alguna ocasión que la importancia de las texturas deriva de su poder para generar sinestesias, que es la capacidad que tienen algunos estímulos dirigidos a un sentido para estimular otros sentidos. En este caso del poder de un estímulo visual para crear una sensación táctil. Pues bien, algunos estudios recientes nos indican que zonas cerebrales especializadas en el procesamiento de la información visual también se activan con el tacto. Es decir, la textura de un objeto puede activar células cerebrales de esas regiones tanto si vemos la textura como si la tocamos. Eso puede explicar porqué somos capaces de identificar con tanta precisión la suavidad o aspereza de un material sólo con la mirada. Por lo tanto, parece que la sinestesia que implica a los sentidos de tacto y visión tienen una base fisiológica clara. También me he referido en otro post a la explicación psicológica de porqué creo que las texturas representan en elemento clave en fotografía para conseguir conmover al espectador. Para ello aludí al hecho de que el tacto es un sentido muy primario, por ser el primero que se desarrolla pues está ya presente en la etapa fetal. Un sentido del tacto fundamental en el establecimiento de los vínculos afectivos y que resulta determinante en la formación del apego entre el bebé y sus figuras parentales. De ahí la enorme capacidad de las texturas para punzarnos emocionalmente. Kandel nos revela también las bases neurológicas de esa relación, y es que además de esa interacción entre visión y tacto, ambos sentidos tienen la capacidad de reclutar los sistemas cerebrales relativos a la emoción: amígdala, hipotálamo y sistema dopaminérgico. Por lo tanto, no parece que la importancia de las texturas visuales sean solo una intuición de algunos artistas visuales. Ahora podemos comprender mejor cómo por sí solas, o en combinación con colores, líneas y formas, son capaces de tocarnos el corazón hasta hacerlo llorar de gozo o de dolor.