Cuando en 1980 Roland Barthes publicó "La cámara
Lúcida" puso la primera piedra de lo que hoy denominamos fototerapia o fotografía terapéutica. En su libro, Barthes analizaba la fotografía
poniendo énfasis en los sentimientos o emociones que provoca. Así, la
diferencia que estableció entre lo que denominó studium y punctum probablemente
se haya convertido en una de las aportaciones más interesantes y populares en
el mundo de la fotografía. Con el studium hizo referencia a las fotografías, o
los aspectos de una fotografía, ordinarios y de interés general que pretenden
provocar un efecto en la mayoría de observadores. La intención del fotógrafo es
informar, sorprender, comunicar o provocar un deseo en el espectador, de una
forma visible. Mediante la composición y las referencias culturales, el fotógrafo
va a conseguir que el espectador medio comprenda la foto, aunque la emoción que sentirá será de
baja intensidad. A juicio de Barthes, son fotos que pueden atraer y gustar,
pero que no llegan a enamorar. En cambio, el punctum es ese elemento aparentemente
irrelevante de la fotografía pero que provoca una intensa reacción emocional. Algo
que salta de la imagen para sacudir con fuerza el mundo emocional del
observador. El punctum genera una combinación de emociones y recuerdos que pueden provocar nostalgia, angustia o incluso dolor, al traer a la mente algunos
sucesos difíciles del pasado que tienen una fuerte carga afectiva que perturben
el equilibrio emocional.
Este concepto de punctum ha recibido apoyo por parte de la
investigación psicológica, que sugiere que algunos estímulos significativos,
tanto a nivel biológico como social, atraen poderosamente la atención humana.
Estos estímulos harán que algunas fotografías nos atrapen, aunque no tengamos
muy claro por qué, y sobresalgan por encima del resto. Y la idea básica de la
fototerapia es que esas imágenes pueden estar relacionadas con algunos
acontecimientos de nuestra vida que permanecen ocultos a nuestra conciencia, y
que en ocasiones pudieron resultar traumáticos. Esos elementos incluidos en la
foto servirán de pistas que facilitarán el recuerdo.
Una característica de las experiencias traumáticas es que
permanecen en la memoria por largo tiempo, aunque no seamos conscientes de
ello. Y lo problemático es que en dichas experiencias, las diferentes partes de
la memoria asociadas al suceso no están integradas y aparecen disociadas. Son
piezas de información encapsuladas que no pueden ser comprendidas o verbalizadas
o conectadas con nuestra propia historia de vida, y que en algunas ocasiones
pueden causar trastornos psicológicos.
El visionado de fotografías, que pueden ser tanto autobiográficas
como ajenas al sujeto, proporcionará la oportunidad para rememorar algunas
situaciones y hablar con el terapeuta sobre ellas con más comodidad. A veces
puede ser un simple objeto presente en la foto, el que nos punce; en otras
ocasiones será un gesto o expresión facial, el que nos haga revivir una
emoción. En cualquier caso, la fototerapia proporcionaría un medio para
procesar de forma exitosa una experiencia traumática, y permitiría llegar a una
situación en que los recuerdos del trauma se convierten en una parte integral
de la vida de la persona, lo que le ayudaría a superarlo. Pero la fotografía
también puede ser una herramienta que nos ayude a conocernos mejor a nosotros
mismos, con independencia de que se emplee en un contexto terapéutico.
excelente! Hay algo más que hayas escrito en relación al Punctum? Gracias
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