martes, 6 de octubre de 2020

LA BELLEZA DE LO BANAL



Tienen algunos fotógrafos y fotógrafas el valioso don de revelarnos la belleza que se oculta tras las escenas más insignificantes: una simple lámpara en el rincón de una habitación de motel, una solitaria nube colgada sobre el horizonte, o la estela de un auto que se pierde en la lejanía son capaces de atrapar nuestra atención y emocionarnos cuando se captan con maestría. Es ese el verdadero poder de la fotografía para dotar de alma a lo cotidiano y convertirlo en arte, un milagro que con frecuencia se escapa a todo intento de entendimiento o racionalización. Son fotografías en las que nada ocurre, no hay movimiento, ni espectacularidad, ni aparente belleza, ni, por supuesto, ningún instante decisivo, pero que son capaces de captar toda la poética que encierra lo aparentemente vano. Nos preguntamos qué extraña cualidad tienen fotógrafos como Frank, Kertész o Plossu que les convierten en reyes Midas capaces de tornar en oro el mundo que les rodea con el simple toque de una cámara. Tal vez sea, como comentó Manuel Vilariño, la capacidad para saber ver con el alma y con el corazón mediante una mirada contemplativa. Una mirada que requiere de pausa y conciencia plena para captar la esencia de una escena y, en un segundo momento, fijar esa imagen en el negativo o en el sensor. Es posible que muchos de nosotros nos movamos con tanta precipitación buscando esa imagen espectacular que seamos insensibles a la estética oculta en lo insignificante. Tal vez, como escribió Robert Doisneau, la búsqueda de lo sensacional no esconda sino una impotencia para ver, y esa precipitación nos ciegue la mirada. Aunque también es posible que tenga razón Harry Gruyaert, y sea la costumbre la que mate nuestra capacidad de asombro.
El mundo que nos rodea puede estar carente de arte o poesía, pero el lenguaje fotográfico tiene la capacidad de otorgar poesía a cualquier motivo de la realidad, o de provocar lo que François Soulages define como el desplazamiento del sin-arte al arte. Y es que la belleza no está en lo real sino en la mirada atenta de quienes son capaces de rescatar algunos motivos de su condición banal y temporal para dotarlos de una hermosa singularidad poética.


Texto: Alfredo Oliva Delgado Foto: Bernard Plossu

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