Ocaso
Era
un suspiro lánguido y sonoro
la voz del mar aquella tarde... El día,
no queriendo morir, con garras de oro
de los acantilados se prendía.
Pero su seno el mar alzó potente,
y el sol, al fin, como en soberbio lecho,
hundió en las olas la dorada frente,
en una brasa cárdena deshecho.
Para mi pobre cuerpo dolorido,
Para mi pobre cuerpo dolorido,
para mi triste alma lacerada,
para mi yerto corazón herido,
para mi amarga vida fatigada...
para mi amarga vida fatigada...
¡el mar amado, el mar apetecido,
el mar, el mar, y no pensar nada...!
Manuel Machado
Alargada mirada a través de las nubes, que nos es devuelta con un potente destello solar. Es la geometría del horizonte.
ResponderEliminarSaludos.
Tu como haces para llevarte siempre a tu lado a esas nubes ??? Esas o sus hermanas o sus primas o lo que sean. El rey de los cielos y de las nubes = Sr. Alfredo Oliva.
ResponderEliminarUn abrazo. Cuídese mucho.
Amigo Alfredo, vaya manera de despedir el día. Sueño con despedir los días así o por lo menos, algo parecido. Cuidate
ResponderEliminarNada hay comparable al espectáculo del sol sumergiéndose en el mar con el ocaso.
ResponderEliminarHas conseguido congelar, a pesar de su calidez, un momento mágico en esta imagen. He suplantado a quien observa ese instante.
Un saludo.
Hace tiempo que también a mí me atrapó el mar al atardecer. Es reconfortante ensimismarse en esas luces. Bonito momento y siempre increíbles palabras.
ResponderEliminarSaludos
Ostras Alfredo vas como un avión, no me das ni tiempo a comentarlas todas, jeje.
ResponderEliminarMuy bonita esta última entrega.
Saludos.
Molt maca, Alfredo. Lo mejor el reflejo del Sol sobre la cara del "personaje".
ResponderEliminarSaludos
Bellisima imagen...
ResponderEliminarprecioso atardecer si señor
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