"Estoy siempre persiguiendo la luz. La luz convierte en mágico lo ordinario " Trent Parke
martes, 18 de febrero de 2025
jueves, 13 de febrero de 2025
UN PAISAJE NO ES UNA FOTO. UN ROSTRO TAMPOCO. NOCIONES DE NEUROESTÉTICA.
Que la emoción que nos suscitó la visión de un paisaje no suele coincidir con la provocada por la fotografía tomada de ese mismo paisaje es una experiencia que muchos de nosotros hemos vivido en más de una ocasión. Con frecuencia, la belleza del paisaje se perdió en algún momento de la toma para dejarnos ante un encuadre anodino que nos aburre pronto la mirada. Y algo parecido sucede con el retrato de personas de gran belleza que nos proporcionan fotografías sin ningún tipo de encanto. Aunque, por fortuna, también nos encontramos con la sorpresa de hacer una excelente fotografía de escenarios o personas sin ningún glamour.
Pero lo más curioso del caso es que ante un bello paisaje o ante una persona atractiva suele existir unanimidad en los juicios estéticos de los observadores, con independencia de factores personales, tales como el nivel cultural o la formación artística. Sin embargo, cuando se trata de fotografías, las diferencias en las valoraciones son enormes. No todas las personas muestran las mismas inclinaciones estéticas.
Los estudios en el campo de la neuroestética nos enseñan que la mayoría de las personas del mundo perciben de igual manera la belleza de una cara atendiendo a rasgos cono la simetría, las proporciones o los indicios de salud. Algo parecido sucede con los paisajes, en los que tendemos a apreciar mucho las puestas de sol, el horizonte del mar o los recursos naturales (ríos, lagos, bosques). En ambos casos nuestra respuesta estética es automática e inmediata, lo que parece estar indicando que estamos ante preferencias adaptativas que han sido moldeadas por la selección natural y sexual para favorecer la supervivencia. No necesitan de ningún aprendizaje puesto que todos los seres humanos venimos equipados con ellas desde el nacimiento. Estaremos ante preferencias estéticas universales capaces de superar barreras geográficas y culturales.
En cambio, las respuestas cerebrales ante objetos, como pinturas o fotografías, han tenido un recorrido temporal mucho menor, lo que hace que la influencia de la evolución sea escasa, y que los factores culturales hayan tomado el relevo de los relativos a la naturaleza humana. En este caso, ya no todos los observadores se sentirán igual de embriagados ante una puesta de sol o una cascada. Ahora serán nuestras experiencias personales, sobre todo las relacionadas con el arte y la fotografía, las que dotarán de significado a esas imágenes creando en cada uno de nosotros una resonancia emocional bien diferente. Son los esquemas visuales almacenados en la memoria los que condicionan nuestra respuesta estética.
De lo que no estoy tan seguro es de que todas las personas sean capaces de entender que una fotografía es algo bien diferente a un paisaje o a un rostro. Y es muy probable que algunas se queden ancladas en la respuesta estética automática de sus cerebros.
Fotografía: Kenneth Josephson
miércoles, 15 de enero de 2025
DALE DINAMISMO A TUS FOTOS
Tiene la fotografía la extraña paradoja de crear una sensación de movimiento en el espectador mediante una imagen fija y carente de dinamismo real. No necesitamos que los elementos que componen esa imagen estén dotados de acción, como ocurre en el cine, para que nuestro cerebro perciba la danza, la carrera, el salto, la caída o la zozobra. Aunque ese trozo de papel impreso sea una realidad completamente estática nuestro cerebro puede percibir movimiento.
Muchos son los factores que contribuyen a ese milagro perceptivo-cinético, pero quizá el más evidente sea el desenfoque que se produce cuando algún elemento aparece trepidado porque se mueve a mayor velocidad que la seleccionada en la cámara. Aunque en la vida real no existe ese desenfoque, y percibimos a foco todos los objetos con independencia de la velocidad de sus movimientos, nuestro cerebro ya ha aprendido que en una fotografía ese desenfoque indica dinamismo. En algunas ocasiones es toda la foto la que se muestra trepidada y no sólo un elemento que se desplaza en el encuadre, y en esos casos interpretamos que ahora es el fotógrafo el que se mueve, lo que nos crea una sensación de inmediatez, trasiego y ajetreo. Cuando se unen el desenfoque del sujeto y el de la cámara, se potencia ese efecto de movimiento, y todo parece fluir con enorme rapidez en la imagen captada por el sensor o el fotograma. Las fotografías que Robert Capa tomó durante el desembarco de Normandía, aparentemente fallidas, transmiten una sensación de inmediatez que les añade verosimilitud.
Las líneas son también elementos útiles para inducir sensación de movimiento, y son las diagonales o líneas inclinadas las que crean mayor tensión, ya que nuestro ojo tiende a querer devolver esas líneas a su posición natural, vertical u horizontal, al percibirlas como descolocadas. Si es todo el encuadre el que se halla inclinado, por estarlo la cámara cuando se tomó la foto, algo que se nota mucho en el horizonte, la sensación de movimiento será aún mayor. Incluso podremos llegar a sentir cierto vértigo o desasosiego. Gary Winogrand se sirvió con frecuencia de esta inclinación para reflejar en sus fotos del dinamismo y el trasiego de la vida urbana. Y cuando lo haces con un 24mm, que incluye muchos elementos en el encuadre la sensación es mayor.
Los movimientos captados sin conclusión, como en la conocida foto del salto de Cartier-Bresson. O las figuras incompletas, y que no entran en el encuadre, también suelen generar mucha tensión dinámica. Y es que, de acuerdo con la ley gestáltica de cierre, nuestro cerebro tiende a completar tanto el movimiento como la figura, dotando a la imagen de dinamismo.
El ritmo creado por la repetición de elementos, como por ejemplo la sucesión de una serie de sillas colocadas en la pared, proporciona dinamismo visual y hace que nuestra mirada se desplace por esos objetos, incluso para continuar más allá de los límites del encuadre, debido a la ley gestáltica de la continuidad. Este ritmo puede adoptar patrones muy diferentes, de forma similar a lo que ocurre en la música, incluyendo elementos distintos que rompan la monotonía de la repetición. Como cuando en esa sucesión de sillas aparece una vuelta del revés o de diferente color.
La composición también juega un importante papel en el dinamismo de la imagen, y aunque podría pensarse que una composición equilibrada genera menos tensión que una desequilibrada, se puede conseguir una imagen dinámica mediante una composición equilibrada, a base de elementos diferentes que creen fuerzas que se anulen entre sí. En cambio, la simetría compositiva nos proporcionará una imagen muy estática.
Hay algunos efectos ópticos igualmente generadores de tensión dinámica, como el provocado por un patrón visual que contiene colores complementarios muy cercanos que crean una imagen que parece vibrar de forma intermitente.
La forma de los objetos incluidos en el encuadre aporta también tensión, así las formas irregulares o asimétricas, las incompletas, especialmente cuando parecen salir del encuadre, o las que aparecen en escorzo suelen crear mayor tensión que las regulares, simétricas o que se nos muestran frontalmente.
En fin, hay una amplia batería de trucos y estrategias que el fotógrafo tiene en su mano para hacer que una imagen fija desprenda vida y dinamismo.
Fotografía: Juan Manuel Diaz Burgos.
viernes, 10 de enero de 2025
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