EL ESPEJO CON MEMORIA
Foto: Xavier Gómez
sábado, 27 de diciembre de 2025
sábado, 20 de diciembre de 2025
LA BISOCIACIÓN COMO HERRAMIENTA PARA LA CREATIVIDAD EN FOTOGRAFÍA
En el año 1964 el filósofo y escritor Arthur Koestler publicó “El acto de la creación” donde expuso sus reflexiones acerca de la creatividad en los ámbitos de la ciencia, el arte y el humor. Aunque han pasado algo más de 60 años desde su publicación, Koestler acuñó allí un concepto que posteriormente se ha visto apoyado por la investigación realizada en el ámbito de la psicología y las neurociencias. Se trata de su teoría de la bisociación. A diferencia de la simple asociación, que consiste en conectar ideas procedentes de un mismo marco mental, la bisociación alude a la integración de ideas que proceden de ámbitos diferentes, lo que genera una idea novedosa y sorprendente.
Algunos fotógrafos surrealistas o conceptuales utilizan fotomontajes para crear escenas irreales u oníricas a partir de imágenes reales. Es el caso de Erik Johansson, cuyas fotos parecen verosímiles pero representan situaciones imposibles, o de Paul Biddle, que transforma objetos cotidianos dándoles un nuevo contexto y un nuevo sentido.
Incluso entre fotógrafos clásicos hallamos ejemplos brillantes. Man Ray, uno de los grandes referentes, utilizó con frecuencia técnicas bisociativas: combinaba objetos cotidianos de maneras inesperadas o los colocaba en entornos que alteraban su significado. Basta recordar el recorte del ojo de Lee Miller pegado a un metrónomo, o su famosa fotografía “El violín de Ingres”. En esta conocida imagen, una mujer desnuda que recuerda la pintura de la odalisca de Ingres, aparece con las marcas en forma de f de un violín en su espalda. De esta manera la imagen de la mujer aparece ante el espectador como algo más que un cuerpo femenino; como un híbrido entre mujer e instrumento musical. Con imágenes como ésta, Ray nos invita a cuestionar la realidad y mirarla con otros ojos.
La bisociación no solo aparece en imágenes aisladas; también se refleja en proyectos fotográficos completos. En las series de Duane Michals, por ejemplo, la fotografía deja de ser un simple registro de la realidad para convertirse en una construcción de significado. Al combinar imágenes, textos y secuencias narrativas, crea un lenguaje visual poético que genera ambigüedad y asombro.
El proyecto Afronautas de Cristina de Middel es otro buen ejemplo de cómo la fotografía puede utilizar la bisociación para cuestionar la realidad combinando un enfoque aparentemente documental con una absurda ficción. Inspirado en el fallido programa espacial de Zambia en los años sesenta, De Middel recrea visualmente una historia que podría parecer cómica, pero que al mismo tiempo abre interrogantes profundos sobre la identidad, el desarrollo y la representación occidental y estereotipada de África.
La bisociación aparece entonces como el motor narrativo y visual, creando una tensión entre lo que reconocemos como verosímil y lo que identificamos como ficción, abriendo así un espacio para imaginar otros mundos posibles. Cristina de Middel nos hace ver que la ficción puede ser un vehículo poderoso de verdad, y que la bisociación permite que esa verdad emerja desde la sorpresa y la duda.
Las investigaciones actuales sobre creatividad apoyan esta visión: lo creativo no suele surgir de la nada, sino de combinar de forma original elementos ya existentes que antes no estaban relacionados. Por eso las creaciones creativas nos sorprenden: nos muestran lo conocido desde una perspectiva inesperada. Hay muchos ejemplos en las ciencias y las artes de creadores que se han servido de la bisociación en sus aportaciones. Es preciso citar a los artistas surrealistas como pioneros en el uso de esta técnica. También en el mundo de la fotografía vamos a encontrar buenos ejemplos.
Algunos fotógrafos surrealistas o conceptuales utilizan fotomontajes para crear escenas irreales u oníricas a partir de imágenes reales. Es el caso de Erik Johansson, cuyas fotos parecen verosímiles pero representan situaciones imposibles, o de Paul Biddle, que transforma objetos cotidianos dándoles un nuevo contexto y un nuevo sentido.
Incluso entre fotógrafos clásicos hallamos ejemplos brillantes. Man Ray, uno de los grandes referentes, utilizó con frecuencia técnicas bisociativas: combinaba objetos cotidianos de maneras inesperadas o los colocaba en entornos que alteraban su significado. Basta recordar el recorte del ojo de Lee Miller pegado a un metrónomo, o su famosa fotografía “El violín de Ingres”. En esta conocida imagen, una mujer desnuda que recuerda la pintura de la odalisca de Ingres, aparece con las marcas en forma de f de un violín en su espalda. De esta manera la imagen de la mujer aparece ante el espectador como algo más que un cuerpo femenino; como un híbrido entre mujer e instrumento musical. Con imágenes como ésta, Ray nos invita a cuestionar la realidad y mirarla con otros ojos.
Más cercano a nosotros se encuentra Chema Madoz, cuyas imágenes se ajustan muy bien a la definición de la bisociación de Koestler: “Un objeto o situación que se puede ver de forma simultánea desde dos marcos conceptuales diferentes, lo que genera una idea nueva“. Madoz sitúa objetos de uso común en nuevos contextos desplazándolos de su función habitual, activando tanto una lectura literal como una lectura metafórica. Pensemos por ejemplo en esa foto en la que un reloj de pulsera tiene como correa una vía del tren. La combinación de un objeto tan cotidiano y personal como el reloj con otro monumental produce en el espectador una colisión conceptual y contribuye a generar un nuevo significado abierto a la interpretación.
La bisociación no solo aparece en imágenes aisladas; también se refleja en proyectos fotográficos completos. En las series de Duane Michals, por ejemplo, la fotografía deja de ser un simple registro de la realidad para convertirse en una construcción de significado. Al combinar imágenes, textos y secuencias narrativas, crea un lenguaje visual poético que genera ambigüedad y asombro.
El proyecto Afronautas de Cristina de Middel es otro buen ejemplo de cómo la fotografía puede utilizar la bisociación para cuestionar la realidad combinando un enfoque aparentemente documental con una absurda ficción. Inspirado en el fallido programa espacial de Zambia en los años sesenta, De Middel recrea visualmente una historia que podría parecer cómica, pero que al mismo tiempo abre interrogantes profundos sobre la identidad, el desarrollo y la representación occidental y estereotipada de África.
La bisociación aparece entonces como el motor narrativo y visual, creando una tensión entre lo que reconocemos como verosímil y lo que identificamos como ficción, abriendo así un espacio para imaginar otros mundos posibles. Cristina de Middel nos hace ver que la ficción puede ser un vehículo poderoso de verdad, y que la bisociación permite que esa verdad emerja desde la sorpresa y la duda.
martes, 9 de diciembre de 2025
domingo, 30 de noviembre de 2025
sábado, 15 de noviembre de 2025
CONSIDERACIONES SOBRE EL ESTILO FOTOGRÁFICO: EN BUSCA DE UNA AUTORÍA
“El mejor poeta tiende a preocuparse menos por el estilo, que por ser un libre canal para sí mismo” Walt Whitman
Hablar de estilo en fotografía supone adentrarse en uno de los temas que más suelen interesar a quienes muestran un claro interés por la fotografía como medio de expresión y autoría. El estilo no puede entenderse sin referencia a un momento histórico y a un contexto cultural determinados, ya que, como afirmó Erwin Panofsky, no es solo una cuestión de rasgos formales, sino una manifestación de la estructura mental y cultural de una época. Sin embargo, siempre existe una mirada más personal que nos permite reconocer la identidad de algunos fotógrafos a partir de sus imágenes.
El estilo fotográfico personal se construye en la intersección entre las decisiones visuales del creador y aquello que desea expresar: su sensibilidad y su punto de vista sobre la realidad. Así, en palabras de John Szarkowski, el estilo fotográfico no depende de efectos técnicos o de una estética artificial, sino de la manera en que el fotógrafo ve el mundo. Es el resultado de una mirada coherente y de una serie de elecciones constantes: qué mirar, cuándo disparar, con qué luz, cómo encuadrar, etc. Nace de una necesidad expresiva interior; no es un conjunto de trucos destinados a crear de forma artificial una firma de autoría fácilmente reconocible.
Aunque algunos teóricos han podido contraponer el estilo al contenido, asumiendo que el contenido es lo esencial y el estilo algo accesorio, Susan Sontag expuso en su ensayo “Sobre el estilo”, que esa es una división engañosa. Los aspectos formales están estrechamente vinculados al tema, y la autoría se muestra tanto en las decisiones formales como en la elección de motivos a fotografíar: el qué y el cómo resultan inseparables en la mente del fotógrafo.
El estilo de un fotógrafo nace de sus intereses, de su sensibilidad y de su manera particular de mirar el mundo. Todo eso se hace visible a través de ciertos recursos formales que la persona utiliza de forma consistente y que permiten reconocer su identidad detrás de un amplio conjunto de imágenes. Por eso, para hablar de estilo es importante que exista coherencia y continuidad en el tiempo. Y esa coherencia, en realidad, rara vez aparece al comienzo de una carrera: la mayoría de los fotógrafos la descubren después, cuando revisan su trabajo y se dan cuenta de que, sin saberlo, han tomado decisiones y repetido patrones que llevan mucho tiempo acompañando su mirada. Como afirma Geoff Dyer, el estilo no se crea, se revela. Y es que, en muchas ocasiones el fotógrafo no había sido plenamente consciente de las decisiones que había ido tomando de forma instintiva.
Ahora bien, aunque la coherencia es necesaria para construir un estilo propio, repetir demasiado una fórmula que funciona puede llevar a la estandarización o a la autoimitación. Uno de los grandes retos de cualquier fotógrafo es mantener un estilo reconocible sin caer en una repetición vacía. A veces se confunde coherencia con reiteración y, como consecuencia, el autor limita su capacidad para explorar nuevas direcciones. Para evitar que el estilo se convierta en un cliché previsible, es necesario evolucionar y ampliar el registro.
También es cierto que hay creadores muy distintos entre sí en cuanto a diversidad estilística. Pensemos en el caso de Bernd & Hilla Becher, cuyo estilo es extremadamente sobrio y repetitivo —casi hasta el agotamiento—, frente a fotógrafos como Robert Frank o Martin Parr, mucho más variados en lo temático y lo formal. Ambas maneras son válidas y expresan una intención clara y un sello personal, aunque, siendo sinceros, probablemente pocos preferirían la rigidez de los Becher.
Pero si hay algo que define realmente un estilo es la autenticidad: la honestidad con la que el fotógrafo expresa su punto de vista frente a la realidad. No se trata de crear una estética calculada para destacar, sino de dejar que una mirada subjetiva y profunda se manifieste en la elección de motivos, encuadres, luces y en esas pequeñas marcas invisibles que algunas imágenes parecen contener, y que actúan como heridas en el ojo del espectador.
En la actualidad, además, se valora cada vez más la coherencia conceptual por encima de la repetición estricta de las mismas decisiones formales. Un autor puede mostrar una gran diversidad estilística sin perder su identidad. Cuando un fotógrafo trabaja desde una expresión auténtica, los espectadores son capaces de ver ese hilo invisible que conecta sus imágenes y le da unidad a su obra. Esa tendencia expresiva nace de su formación artística, sus experiencias vitales y culturales, y también de ciertos rasgos de personalidad, como los estilos cognitivos que influyen en que su mirada sea más abierta o más focalizada –dependencia/independencia de campo– y más sencilla o más compleja visualmente –nivelación/acentuación.
Quizá sea esa necesidad de expresarse la que lleva a muchos fotógrafos a buscar algo más que las opciones habituales que ofrece la cámara. El filósofo Vilém Flusser decía que el estilo aparece cuando el fotógrafo utiliza el aparato de un modo inesperado, cuando se sale de lo que la máquina “espera” que haga para crear una imagen que no parece automática o previsible, sino cargada de intención expresiva. Para este filósofo nacido en Praga, la autoría no se reconoce solo por una estética concreta, sino por una actitud crítica y creativa frente a la tecnología. Y hoy esa tecnología ya no se limita a la cámara o a los programas de retoque: también incluye las redes sociales e incluso la inteligencia artificial. Por eso, el fotógrafo que busca una voz propia debe enfrentarse a las tendencias uniformadoras que imponen estas herramientas digitales, que —como apunta Lev Manovich— influyen cada vez más en las formas de expresión contemporáneas.
jueves, 13 de noviembre de 2025
viernes, 24 de octubre de 2025
Un pequeño reportaje sobre mi trabajo fotográfico en La Aventura del Saber, emitido en la 2 de TVE.
https://play.rtve.es/v/16783161/
miércoles, 1 de octubre de 2025
La línea del horizonte (Conil, 2025)
"La línea horizontal es la piedra angular de la composición ya que vemos el mundo de forma horizontal. Suele suscitar sentimientos de calma y tranquilidad porque es la orientación típica del reposo y la estabilidad. Además, es la línea del horizonte, una de las pocas líneas rectas que existen en la naturaleza, puesto que la línea recta es una característica casi exclusiva de las cosas artificiales."
Extracto de " Más allá del encuadre. Psicología del hecho fotográfico"
domingo, 28 de septiembre de 2025
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