miércoles, 15 de enero de 2025

DALE DINAMISMO A TUS FOTOS




Tiene la fotografía la extraña paradoja de crear una sensación de movimiento en el espectador mediante una imagen fija y carente de dinamismo real. No necesitamos que los elementos que componen esa imagen estén dotados de acción, como ocurre en el cine, para que nuestro cerebro perciba la danza, la carrera, el salto, la caída o la zozobra. Aunque ese trozo de papel impreso sea una realidad completamente estática nuestro cerebro puede percibir movimiento.
 
Muchos son los factores que contribuyen a ese milagro perceptivo-cinético, pero quizá el más evidente sea el desenfoque que se produce cuando algún elemento aparece trepidado porque se mueve a mayor velocidad que la seleccionada en la cámara. Aunque en la vida real no existe ese desenfoque, y percibimos a foco todos los objetos con independencia de la velocidad de sus movimientos, nuestro cerebro ya ha aprendido que en una fotografía ese desenfoque indica dinamismo. En algunas ocasiones es toda la foto la que se muestra trepidada y no sólo un elemento que se desplaza en el encuadre, y en esos casos interpretamos que ahora es el fotógrafo el que se mueve, lo que nos crea una sensación de inmediatez, trasiego y ajetreo. Cuando se unen el desenfoque del sujeto y el de la cámara, se potencia ese efecto de movimiento, y todo parece fluir con enorme rapidez en la imagen captada por el sensor o el fotograma. Las fotografías que Robert Capa tomó durante el desembarco de Normandía, aparentemente fallidas, transmiten una sensación de inmediatez que les añade verosimilitud.
 
Las líneas son también elementos útiles para inducir sensación de movimiento, y son las diagonales o líneas inclinadas las que crean mayor tensión, ya que nuestro ojo tiende a querer devolver esas líneas a su posición natural, vertical u horizontal, al percibirlas como descolocadas. Si es todo el encuadre el que se halla inclinado, por estarlo la cámara cuando se tomó la foto, algo que se nota mucho en el horizonte, la sensación de movimiento será aún mayor. Incluso podremos llegar a sentir cierto vértigo o desasosiego. Gary Winogrand se sirvió con frecuencia de esta inclinación para reflejar en sus fotos del dinamismo y el trasiego de la vida urbana. Y cuando lo haces con un 24mm, que incluye muchos elementos en el encuadre la sensación es mayor.

Los movimientos captados sin conclusión, como en la conocida foto del salto de Cartier-Bresson. O las figuras incompletas, y que no entran en el encuadre, también suelen generar mucha tensión dinámica. Y es que, de acuerdo con la ley gestáltica de cierre, nuestro cerebro tiende a completar tanto el movimiento como la figura, dotando a la imagen de dinamismo.

El ritmo creado por la repetición de elementos, como por ejemplo la sucesión de una serie de sillas colocadas en la pared, proporciona dinamismo visual y hace que nuestra mirada se desplace por esos objetos, incluso para continuar más allá de los límites del encuadre, debido a la ley gestáltica de la continuidad. Este ritmo puede adoptar patrones muy diferentes, de forma similar a lo que ocurre en la música, incluyendo elementos distintos que rompan la monotonía de la repetición. Como cuando en esa sucesión de sillas aparece una vuelta del revés o de diferente color.

La composición también juega un importante papel en el dinamismo de la imagen, y aunque podría pensarse que una composición equilibrada genera menos tensión que una desequilibrada, se puede conseguir una imagen dinámica mediante una composición equilibrada, a base de elementos diferentes que creen fuerzas que se anulen entre sí. En cambio, la simetría compositiva nos proporcionará una imagen muy estática.

Hay algunos efectos ópticos igualmente generadores de tensión dinámica, como el provocado por un patrón visual que contiene colores complementarios muy cercanos que crean una imagen que parece vibrar de forma intermitente.
 
La forma de los objetos incluidos en el encuadre aporta también tensión, así las formas irregulares o asimétricas, las incompletas, especialmente cuando parecen salir del encuadre, o las que aparecen en escorzo suelen crear mayor tensión que las regulares, simétricas o que se nos muestran frontalmente.
En fin, hay una amplia batería de trucos y estrategias que el fotógrafo tiene en su mano para hacer que una imagen fija desprenda vida y dinamismo.

Fotografía: Juan Manuel Diaz Burgos.

lunes, 3 de junio de 2024

LA FOTOGRAFÍA COMO HERRAMIENTA DE EMPODERAMIENTO Y TRANSFORMACIÓN SOCIAL.


 
La potencialidad que tiene la fotografía para facilitar la expresión de emociones la convierte en una excelente herramienta para el trabajo con jóvenes y adolescentes en una etapa vital en la que están en pleno proceso de construcción de la identidad personal. También puede ser una eficaz herramienta de empoderamiento que sirva a los jóvenes a contar su propia historia, y a comunicarse sin necesidad de palabras, mostrando aspectos de su vida, su contexto y sus relaciones a través de las fotografías tomadas.

Quizá sea Photovoice la técnica más conocida y utilizada como herramienta de empoderamiento de colectivos marginados por edad, género, cultura, clase o raza. Desarrollada por Caroline Wang y Mary Ann Burry en 1997 para apoyar a mujeres de un poblado chino en un programa de desarrollo comunitario, tiene sus fundamentos en la fotografía documental, la teoría feminista y la pedagogía crítica de Paulo Freire. Es una técnica empoderadora y dirigida al cambio social que permite a los participantes recopilar información sobre su contexto, sus condiciones de vida y sus necesidades. Son esos mismos participantes quienes toman las fotografías de aquellos aspectos de su entorno que consideran más relevantes. Con posterioridad se reúnen en grupos para dialogar y reflexionar sobre las imágenes capturadas y así tomar conciencia de cuáles son las necesidades de su comunidad. Los resultados de esa reflexión colectiva pueden ser trasladados a los responsables políticos como demandas que buscan provocar cambios contextuales (Wang y Burris, 1997). Photovoice ha sido utilizado con diferentes grupos minoritarios tales como colectivos económicamente desfavorecidos, prostitutas, personas con discapacidad o niños de la calle. 

Un buen ejemplo de este uso puede verse en el documental Los niños del barrio rojo, dirigido por Zana Briski y que en 2005 obtuvo el Oscar al mejor documental. El film presenta el trabajo llevado a cabo por esta fotógrafa y cineasta inglesa en el barrio rojo de Calcuta, con hijos de prostitutas a quienes animó a tomar fotografías con cámaras que les regaló para realizar luego una exposición con sus fotos. De esa forma, Briski intentó, con un éxito relativo, sacar a los chicos de la pobreza en que vivían y llevarlos a la escuela.Pero no cerraríamos bien este apartado sin aludir a algo que por ser tan evidente puede pasar desapercibido, el hecho de que la fotografía es una actividad creativa y artística con cualidades terapéuticas en sí misma. Una actividad espontánea que favorece el descubrimiento y la creación, libre de corsés y condicionantes. Que permite, a quien se adentra en ella, recuperar la capacidad que tuvimos en la infancia de imaginar y fantasear y que perdimos con la educación escolar y la vida cotidiana. Crear es un juego de descubrimiento y construcción de nuestra identidad y de diálogo con nuestro yo interior. La mejor manera de satisfacer esa necesidad tan humana de exteriorizar y comunicar lo que sentimos.

Texto extraído de "Más allá del encuadre. Psicología del hecho fotográfico"
Fotografía de "Los niños del barrio rojo"