lunes, 27 de marzo de 2023

LA FOTOGRAFÍA Y LA SUPERACIÓN DE LA PÉRDIDA O EL TRAUMA

Cuando a principios de los 80 Jo Spence inició su proyecto “The Final Project”, ya era una fotógrafa aventajada que había tomado conciencia del poder de la fotografía, sobre todo del autorretrato, como herramienta para el autoconocimiento y el crecimiento personal. Así, cuando le fue diagnosticado un cáncer de mama decidió llevar a cabo un diario visual del proceso de su enfermedad. En ese proyecto fotográfico, Spence se nos muestra como una mujer que lucha por aceptar la contradicción entre su apariencia real y la imagen ideal que la sociedad espera de una mujer. Sus autorretratos, que estaban cargados de emociones dolorosas, supusieron un proyecto de liberación y empoderamiento personal a la vez que sacudían al espectador con unas imágenes de mucha potencia visual. 

Tras Spence, han sido muchos los fotógrafos o fotógrafas que se han servido de la fotografía como herramienta para superar situaciones traumáticas o experiencias dolorosas, tales como una incapacitación permanente, una enfermedad dolorosa o terminal, o la pérdida de una persona querida. Se trata de proyectos autobiográficos o autorreferenciales en los que el protagonista y el narrador de la obra coinciden en la misma persona, o en los que el protagonista es alguien muy cercano al autor o autora. Quizá sea el trabajo de Annie Leibovitz sobre la enfermedad de su pareja, Susan Sontag, uno de los más conocidos. No nos sorprende que este proyecto estuviese centrado en una de las autoras que más habían reflexionado y escrito sobre el tema de la representación visual del dolor y la muerte, como hizo Sontag en “Sobre el dolor de los demás”.

Este tipo de proyectos autorreferienciales, centrados en la propia persona o en alguien cercano, suscita el interrogante sobre los beneficios derivados de la realización y publicación de este tipo de trabajos. En mi opinión, son varias las consecuencias positivas que pueden tener, o diversas las motivaciones de quienes llevan a cabo este tipo de trabajos fotográficos, y que paso a exponer a continuación:


1. Encontrar un sentido vital a la experiencia.                                                                                           La primera, y quizás la más relevante, tiene que ver con la necesidad del ser humano de encontrar sentido a todas sus decisiones y a todas sus experiencias vitales, incluso a aquellas más traumáticas. Como Viktor Frankl expuso en “El hombre en busca de sentido”, haber sido capaz de dotar de algún significado a una experiencia tan dramática como el haber sobrevivido al internamiento en el campo de concentración nazi de Theresiendstad, en el que perdió a toda su familia, le ayudó a superar la experiencia. Algunos trabajos empíricos han apuntado en la misma dirección: aquellas personas capaces de dar sentido a un acontecimiento vital traumático suelen recuperarse mejor y mostrar más salud y bienestar. Pues bien, la realización de un proyecto fotográfico puede ser lo que dote de sentido al trauma vivido.


2. Apoyar en un proceso de duelo.
De forma anticipada, si se trata de documentar un proceso, o con posterioridad si el trabajo se inicia tras la experiencia de pérdida, el proyecto puede introducir al autor/a en una dinámica de trabajo que aparte el dolor en el que vive enredado y le ayude a superarlo. La toma y edición de fotografías favorece la reflexión sobre cómo nos sentimos, algo necesario para la aceptación de la pérdida y para volver a tener ilusiones y motivos por los que vivir.


3. Dejar un legado o memoria de alguien querido.
Tal vez, esa fuese la intención de Annie Leibovitz cuando retrató a Susan Sontag en su lecho de muerte e incluso siendo ya cadáver. Una motivación que no convenció al hijo de Sontag, cuando esas imágenes fueron expuestas en una exposición retrospectiva sobre la obra de Leibovitz en la National Portrait Gallery de Londres. Esta discrepancia pone sobre el tapete las dudas de carácter ético que puede suscitar la publicación de algunos de estos trabajos. ¿Es lícito y honesto fotografíar el proceso de deterioro de un familiar que padece Alzheimer, y que si bien dio su consentimiento en un principio ya no está en condiciones de retirarlo?


4. Al fotografiarla, grabarla y exhibirla, la sensación de acción y control sustituye a la de impotencia ante la situación.
Toda enfermedad grave deja a quien la padece, o a sus seres queridos, en una situación de indefensión que con frecuencia genera importantes sentimientos depresivos. Pero, si podemos permitirnos documentar ese doloroso proceso, al menos, seremos capaces de tener algún tipo de control sobre la situación, lo que contribuirá a alejar los sentimientos de indefensión e impotencia y prevenir la aparición del malestar psicológico profundo y la depresión.


5. Conseguir la empatía y el apoyo de personas extrañas que puedan sentirse identificadas.
Sobre todo, cuando esas imágenes son compartidas en las redes sociales pueden encontrar eco en otras personas que estén atravesando por situaciones parecidas. La empatía y el apoyo emocional recibido de personas, aunque sean desconocidas, pueden ser de mucha ayuda tanto emocional como instrumental para superar una enfermedad o una pérdida.


6. Desestigmatizar y concienciar sobre una enfermedad.
El ejemplo más claro sobre este uso es el proyecto con el que Therese Frare pretendió desestigmatizar y humanizar a los enfermos de SIDA y concienciar a la sociedad sobre esta enfermedad. Una fotografía de este proyecto, en la que aparecía un enfermo terminal en estado agonizante rodeado de su familia, sirvió a Frare para conseguir el Word Press Photo en 1991, y para cambiar la visión que la sociedad tenía sobre una enfermedad poco conocida en aquel tiempo.

Fotografía: Cadáver de Susan Sontag fotografiado por Annie Leibovitz

martes, 14 de marzo de 2023

LA ESTÉTICA DE LO IMPERFECTO



“La estética basada en la filosofía es un gigante con los pies de barro, la estética ha de basarse en datos empíricos” G. A. Fechner

Cuando en 1866 Gustav A. Fechner, padre de la psicología experimental, publicó “El Principio de Asociación Estética” estableció los fundamentos de lo que debía ser una verdadera estética de carácter empírico. Sin embargo, el artículo fue poco conocido y divulgado, ya que no se tradujo al inglés hasta 2020, lo que ha supuesto algunas malas interpretaciones de la propuesta original del psicólogo alemán.
En su texto, Fechner comentó que la estética basada en reflexiones de carácter filosófico en torno a la belleza era una “Estética desde Arriba” que ponía más énfasis en aspectos estilísticos y formales que en el contenido de las obras de arte, que había sido relativamente ignorado. Para esa estética clásica, la perfección formal podía considerarse como un elemento clave de cara a la consideración del valor estético de toda obra u objeto. Sin embargo, a partir de experimentos y ejemplos cotidianos, Fechner demostró que las preferencias estéticas están determinadas por la historia de aprendizaje del observador más que por las propiedades formales del objeto. Es decir, son todas las experiencias vitales de la persona que contempla la obra las que determinan que las valore de forma más o menos positiva.
 
La propuesta de Fechner es muy sencilla, frente a una estética desde arriba de carácter deductivo que trata de explicar y justificar las preferencias individuales a partir de leyes generales sobre lo que debe considerarse bello, propone una estética desde abajo, de carácter inductivo y empírico que construya esas leyes o tendencias estéticas generales a partir de las preferencias de las personas. Y lo que el psicólogo alemán demostró con sus experimentos es que el contenido de la obra artística es un elemento esencial a la hora de determinar cómo la aprecian o valoran los observadores.

La comparación entre cómo respondemos ante la imagen de una imperfecta naranja frente a la visión de una impecable esfera naranja, de superficie lisa y del mismo tamaño y color, es uno de los ejemplos que sirven a Fechner para demostrar que los aspectos formales pierden peso frente a las asociaciones que la naranja es capaz de generar en la memoria sensitiva y emocional del observador. Esa preferencia por la visión de la naranja basada en las asociaciones positivas suscitadas pone de relieve el peso estético del contenido de una imagen formalmente imperfecta.
 
El Principio de Asociación Estética justifica tanto la potencia emotiva del punctum barthesiano como el atractivo de la estética japonesa del Wabi-Sabi, que rechaza la perfección para emocionarse ante los objetos irregulares, íntimos, turbios, simples y alejados de la perfección formal. Una estética a la que, a juicio del filósofo Byung-Chul Han, está dando la espalda la sociedad actual, que opta por lo pulido, lo liso y lo impecable.
Pues bien, eso lo escribió Gustav A. Fechner en 1866.
 
Fotografía: Daido Moriyama