Recogía en una entrada anterior la idea basada en estudios
de neurociencias de que las experiencias tempranas negativas podían llevar
tanto a la búsqueda de la novedad como a la creatividad. Esta relación, lejos
de resultar sorprendente, apoya una idea muy extendida de que tras las grandes
creaciones hay una alta dosis de sufrimiento y malestar psicológico. Una
relación que ya destacó Arístóteles cuando aludió a la relación entre melancolía
y creación, y que recogió el psicoanálisis cuando puso el trauma en el origen
de la actividad creadora (López Mondéjar, 2015).
Sin embargo, la idea contraria también ha tenido sus
defensores. Como el psicólogo Mihály Csíkszentmihályi con su teoría del flujo,
en la que destaca cómo la creación requiere de una inmersión total en la actividad
más probable en situaciones de serenidad y bienestar psicológico. Aunque
también podemos entender que la causalidad lleva la dirección contraria, de
forma que es el flujo creador el que nos hace sentirnos felices y satisfechos https://lateralaction.com/articles/mihaly-csikszentmihalyi/
Lo más paradójico es que serían las experiencias infantiles
positivas las que estarían en el origen de ese flujo creativo. Cuando el trato
es afectuoso y los padres se muestran atentos y disponibles, el menor
desarrolla un modelo de apego caracterizado por la seguridad y confianza en sí
mismo y en los demás. Si me atienden y me quieren aprendo que soy valioso.
Como apuntó Bolwby (1968) en su clásica teoría del
apego, los humanos estamos motivados a buscar un equilibrio entre la seguridad
que nos ofrece un contexto familiar previsible y las conductas de búsqueda y
exploración del entorno. Cuando los progenitores son sensibles y responsivos, el
bebé aprende que el entorno es predecible y lo utiliza como una base segura a partir
de la que explorar. Por contra, si los padres se muestran poco disponibles o
rechazantes, el menor tomará conciencia de esa impredecibilidad y la
generalizará todos los contextos sociales. Es el feedback inconsistente y poco
fiable en la primera infancia el responsable de la inseguridad del modelo
interno construido por el niño o niña. Una inseguridad que le llevará a dudar
de sí mismo, y a desarrollar una autovaloración inestable y excesivamente dependiente
del feedback instantáneo y de la evaluación de los demás. Es muy poco probable que esa dependencia enfermiza
sea el mejor caldo de cultivo para realizar aportaciones originales y novedosas,
en tanto que el sujeto tendrá más dudas a la hora de seguir su propio camino y
tenderá a buscar continuamente la aprobación de los demás. Y aunque a todos nos
viene bien un like, no todos tenemos la misma necesidad de conseguirlo a toda
costa.
Hay que aclarar que la duda siempre hará acto de presencia,
incluso en los creadores más seguros y originales. Sin embargo, en algunas
ocasiones podemos encontrarnos con personas que parecen no presentar ninguna
incertidumbre, que muestran una sospechosa desmesurada seguridad en sí mismas. En esos casos es muy probable que se trate de
actitudes compensatorias que esconden una gran fragilidad e inseguridad construida
a partir de experiencias infantiles poco favorables.
Por lo tanto, el debate acerca de la influencia de las
experiencias infantiles sobre el proceso de creación no parece estar cerrado. Y
es que la creación es una estación a la que se puede llegar por vías diferentes.
Muy buen articulo, gracias por compartirlo, y la imagen tambien me parecio excelente
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