miércoles, 1 de abril de 2020

LEYENDO UNA FOTO DE XAVIER FERRER CHUST (La señora del mocho,1991)



Xavier Ferrer es un claro ejemplo de cómo en el mundo de la fotografía la línea que separa a fotógrafos aficionados y profesionales es muy delgada, y es que aunque Xavier se sitúa entre los primeros, lleva varias décadas ofreciéndonos imágenes de mucha calidad. Su foto “La señora del mocho” pertenece a su libro Oremus, en el que nos presentó un retablo de las muchas celebraciones religiosas que tienen lugar en esta España nuestra “tan devota de Frascuelo y de María”. Un trabajo documental que combina el humanismo con la fina ironía crítica que se esconde tras la mirada traviesa de este fotógrafo “de espíritu burlón y alma inquieta” que nos recuerda la obra antropológica de autores como Koldo Chamorro o García Rodero.

La foto que he elegido es una de mis preferidas de Xavier. En ella vemos cómo una señora en zapatillas de andar por casa contempla desde un portal el paso de una celebración religiosa en la que un grupo de varones de distintas edades procesiona por las calles de Vila-Real portando algunos símbolos religiosos. Es una imagen que reúne una serie de características que a mi juicio hacen de ella una excelente fotografía. Por un parte, hay que destacar su fácil lectura, algo esencial en toda imagen documental, ya que con dedicarle solo unos segundos el observador suele captar tanto los aspectos denotativos como los connotativos sugeridos por la imagen. Difícilmente se escapará a ese espectador atento la similitud tan evidente que existe entre la posición de las manos de los señores que portan el crucificado y el farol, y las de la señora que agarra el palo de la fregona. Una semejanza no exenta de contraste y que no queda en un mero artificio visual, ya que nos sugiere unos roles de género estereotipados y bien diferenciados. Así, mientras que ellos son los protagonistas de la celebración festiva y religiosa, ella se limita a un papel mucho más modesto, el de pasar la fregona por el suelo de ese zaguán que se me antoja una prisión que abre momentáneamente sus rejas a la calle para ver pasar la procesión. Si Jesús nos libró de los pecados, ella se entrega a una limpieza mucho más terrenal y necesaria.

La composición funciona muy bien con un encuadre a modo de díptico que, a pesar del diferente número de elementos incluidos en cada mitad, muestra un buen equilibrio visual. Aunque en la derecha hay un mayor número de elementos y mucha más información, la zona de la izquierda nos ofrece un fuerte contraste entre el rostro de la mujer y el fondo oscuro del portal, y nada atrae tan poderosamente la atención de nuestra mirada como un intenso claroscuro. Por otra parte, el aislamiento de una figura humana también contribuye a incrementar su peso visual hasta el punto de llegar a compensar el peso de un grupo numeroso de personas, como ocurre en este caso. Por otra parte, aunque las manos de la mujer y de los dos hombres agarran elementos verticales, si en el caso de ellos esas líneas nos dirigen la mirada hacia arriba, donde se encuentra el crucificado, el palo de la fregona que ella ase entre sus manos nos incita a mirar hacia abajo, a ese prosaico cubo. El cielo y la tierra sugeridos por la imagen.

Estamos ante un buen ejemplo de coherencia entre los aspectos formales o compositivos y el significado de una imagen, ya que esa partición en dos mitades nos sugiere una interesante dualidad entre roles de género: ellas dedicadas a tareas domésticas y recluidas en el hogar, y ellos protagonizando la fiesta. También nos invita a pensar en el contraste entre la religiosidad vana, superficial y de capillitas, tan propia de nuestra cultura, y el esfuerzo que requieren las tareas mundanas del día a día. En definitiva, una buena fotografía que es capaz de arrancarnos una sonrisa a la vez que nos estimula la imaginación mediante una utilización magistral de recursos visuales.

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