Fotógrafos y fotógrafas los hay de todas clases. Algunos documentan la cara más cruda de la realidad tratando de despertar nuestras conciencias adormecidas. Otros nos muestran imágenes hermosas y poéticas capaces de provocarnos intensas emociones estéticas. Tampoco faltan quienes se esfuerzan en hacernos pensar con sus imágenes conceptuales. Pero también están quienes no tienen otro objetivo que arrancarnos unas sonrisas con su visión desenfadada del mundo. No me cabe ninguna duda de que Erwitt se sitúa como uno de los mejores representantes de estos últimos. Un fotógrafo que considera que el humor no coloca a una fotografía en una categoría menor: “Hacer reír a la gente es uno de los logros más perfectos que uno puede esperar”.
Elliott Erwitt nació en Francia de padres rusos, pero pasó su infancia en Italia, país del que su familia tuvo que emigrar a Estados Unidos cuando Mussolini comenzó a ponerse pesado. En California se hizo fotógrafo cuando descubrió que la cámara le servía para superar su timidez y entrar en situaciones que le generaban vergüenza o ansiedad, algo que han reconocido también muchos otros fotógrafos. Muy pronto entró en Magnum de la mano de Capa, y muy pronto también comenzó a sacar fotos de perros, un tema que nunca ha abandonado. Hizo fotos de perros callejeros, pero también incluyó a perros como modelos en algunas de sus fotos publicitarias, como en esa imagen icónica en la que incluyó a un perro enorme y otro enano para un anuncio de botas de señora. Una fotografía que pone de relieve el talento visual de este gran maestro al dejar fuera del encuadre elementos importantes para que el espectador trate de resolver el enigma visual planteado.
“Una de mis mujeres pensaba que me proyectaba en las fotos de perros. Pensaba que me identificaba con ellos. Quizá. Sin embargo, ladro a los perros”
“Los perros también tienen cualidades humanas y creo que mis fotos tienen una resonancia antropomórfica”
“Prefiero fotografiar perros franceses. Tienen una personalidad que no puedo describir”
Podríamos decir que Erwitt es uno de los pioneros de ese tipo de fotografía de calle de tono humorístico que tanto se ha desarrollado en las últimas décadas. Un género que precisa de una mirada atenta y veloz capaz de capturar esos momentos fugaces en que parece ocurrir un milagro. Como sucedió en esa calle de Kioto cuando una señora se rascó la espalda en el mismo momento en que lo hacía un perro a sus pies. O en esa imagen en la que un pequeño perro parece estar suspendido en el aire: “Cuando una foto es muy buena hay algo de irracional y mágico en ella”.
Y es que la fotografía nos ofrece fenómenos inexplicables cuando sacamos una buena fotografía de donde no había absolutamente nada o cuando esa situación tan fotogénica se convirtió en una imagen sin alma:
“Se puede fotografiar la situación más excitante y obtener una foto sin vida. En cambio, puede hacerse una foto de nada, de alguien rascándose la nariz y convertirse en una foto magnífica. Lo que pasa en la realidad y lo que se tiene en la foto pueden ser dos cosas completamente diferentes”
Más allá de ese sentido del humor fino y perspicaz, Elliot Erwitt es un fotógrafo con un gran talento para la composición -no en vano admiró a fotógrafos como Cartier Bresson o André Kertész- que no duda en reencuadrar sus imágenes para obtener composiciones casi perfectas:
“No estoy en contra de reencuadrar cuando realmente es necesario; para algunas personas se trata de un tabú. Para mí no es ningún deshonor volver a encuadrar”
En conclusión, estamos ante un enorme fotógrafo, más intuitivo que intelectual, capaz de seducir con sus fotos a todos los espectadores con independencia de su formación visual o cultural. Un creador que ha sido capaz de colocar a la fotografía de tono humorístico en el más alto pedestal.