miércoles, 13 de febrero de 2019

LEYENDO UNA FOTO DE JOEL MEYEROWITZ: NIÑA LLORANDO





La elección
Meyerowitz, al igual que muchos otros fotógrafos conocidos por su obra en color, tiene una etapa en blanco y negro en la que nos demuestra que también fue un gran fotógrafo en monocromo. Un fotógrafo que a veces solía trabajar de forma simultánea con dos cámaras, una cargada con un carrete en color y la otra con película en blanco y negro.
He elegido una foto de su primera etapa, principios de los 60, en la que vemos a través de la ventana de la puerta lateral y abierta de un automóvil a una niña de corta edad que llora y parece a punto de entrar en el coche. Esta foto es un buen ejemplo de su talento y de su dominio de la composición. 

La estructura compositiva.
Meyerowitz adoraba la obra de Robert Frank, quizá por eso encontremos cierta similitud entre algunos de los elementos incluidos en esta imagen, una niña y un auto con la puerta abierta, y una fotografía tomada por Frank en Londres. Se trata de una composición que utiliza la ventana lateral trasera del auto como un marco para encuadrar el rostro de la niña. Un marco a su vez encuadrado por la ventana lateral delantera, que casi coincide con los bordes de la fotografía. Este encuadre dentro del encuadre es un recurso que ha sido usado con frecuencia por muchos fotógrafos y que sirve para dirigir la atención hacia el rostro de la niña. También contribuye a dotar de profundidad a la imagen a la vez que genera una repetición de elementos que suele ser muy bien recibida por el ojo del espectador, que se siente estimulado cuando encuentra similitudes gráficas. El uso de una reducida profundidad de campo, debido a una generosa apertura del diafragma, sirve para resaltar la cara de la niña cuya nitidez contrasta fuertemente con la borrosidad del resto de la foto.
Pero si el rostro expresivo de la niña es el elemento principal de la imagen, la mano de la persona que abre la puerta es otro elemento visual que le añade mucho interés. Una manos con un gesto impreciso de difícil interpretación. Meyerowitz solo incluyó en el encuadre las manos del extraño personaje con lo que dejó a la imaginación del espectador la tarea de elaborar una narrativa que diese sentido a la foto. Y es que aunque fotógrafos como Gary Winogrand negasen a la fotografía capacidad narrativa nuestra mente tiende a fabular cuando se la estimula con inteligencia.

El tono emocional
Esa dosis de ambigüedad, generada al dejar fuera del encuadre algún elemento importante, es una estrategia que genera fricción cognitiva y aumenta el interés del observador: la historia que nos presenta la foto no está bien definida y no es legible, ya que algo importante para interpretar la situación está ocurriendo fuera del encuadre. Nuestro cerebro tiene que rellenar los huecos de la historia que quedan abiertos y son solo sugeridos. Eso genera una tensión dramática que resulta estimulante y que hace que la imagen perdure en nuestra memoria. No es extraño que muchos cineastas utilicen este recurso para crear tensión psicológica en thrillers y películas de terror. 
Ante la foto de Meyerowitz, nos sentimos inquietos porque percibimos que algo amenazante y desconocido está a punto de suceder. Y empatizamos con esa niña desvalida que llora y parece encerrada en una urna de cristal dando a la imagen un tono dramático que nos acongoja. En definitiva, una foto poco conocida aunque de estética clásica, sugerente y con una fuerte carga emotiva que nos muestra el talento de un jovencísimo Meyerowitz.

1 comentario:

  1. Una fotografía que nos habla, sin duda... Y que gracias a tus palabras se nos facilita su comprensión... Buen trabajo, amigo

    ResponderEliminar