No voy a referirme al libro de John Berger, excelente por cierto, como más de uno o una puede haber pensado, sino a las evidentes diferencias que existen en nuestras miradas, y en el reflejo que tienen en nuestras fotografías. Si miráis con detenimiento la fotografía superior, y le dedicáis algo más de un par de segundos tratando de escrutar todos los elementos que aparecen en ella, podréis entender a qué me estoy refiriendo. Aunque dejaremos aparcado ese tema de momento. Una última mirada a la foto y sigamos adelante.
Si salís con frecuencia a fotografiar con algún que otro fotero o fotera os habréis dado cuenta de cómo a pesar de haber recorrido el mismo itinerario cada uno habrá recogido con su cámara imágenes diferentes. Nos podemos haber fijado en elementos que pasaron completamente desapercibidos a los demás, y algunos habrán sabido captar esos detalles más relevantes con los que ha podido construir una buena foto. Entonces nos preguntaremos ¿cómo es que yo no lo vi?.
Y es que las personas nos diferenciamos en nuestra capacidad de ver al igual que nos diferenciamos en nuestra capacidad para pensar o para sentir. Algo que no debería extrañarnos, ya que al fin y al cabo es en el cerebro donde se asientan las bases de esas tres capacidades.
A pesar de la influencia que pueden tener determinados factores más o menos genéticos sobre nuestra forma de ver, una gran responsabilidad recae sobre toda nuestra experiencia visual previa: profesión, aficiones formación visual habrán moldeado a lo largo de los años nuestra forma de percibir lo que nos rodea. Si nos centramos en el ámbito fotográfico, podemos ser conscientes de que cómo nuestras imágenes tienden a parecerse a las de aquellos fotógrafos que más hemos estudiado. Esas fotografías que tanto nos gustan han dejado su huella en nuestro cerebro creando determinados patrones visuales, en los que tratamos de encajar la realidad que percibimos. Es como si estuviésemos viendo con los ojos de Cartier-Bresson, de Erwitt o de Webb, y, aunque no lleguemos a su maestría y genialidad, en nuestras fotos seguro que aparecerán detalles bressonianos,erwittianos o webbianos.
En entradas anteriores me he referido a los estilos cognitivos de procesamiento de la información y su influencia sobre nuestras preferencias fotográficas. Así, mientras que la dependencia-independencia de campo nos lleva a la elección de determinadas distancias focales, la nivelación-acentuación influye en la decisión de incluir una mayor o menor complejidad visual en nuestros encuadres.
Pero más allá de esos estilos es necesario hacer referencia a lo que Amy E. Herman define como inteligencia visual, que no sería sino la mayor o menor capacidad que tenemos para escrutar con mayor o menor profundidad lo que tenemos delante de nuestras narices, estando atentos al más mínimo detalle, y haciendo inferencias a partir de ellos. Se trata de una competencia que puede resultar de mucha utilidad para muchos profesionales de la medicina, la psicología, el derecho o la investigación policial o forense. Seguro que más de alguno recuerda cómo Sherlock Holmes era capaz de inferir mucha información a partir de pequeños detalles que observaba en las personas que le visitaban en su estudio de Baker Street. Pero esta inteligencia también puede influir de forma decisiva en nuestra manera de fotografiar, por lo que será una competencia muy útil a la hora de fotografiar.
Pero, dejémonos de historias, y volvamos a la fotografía que ilustra este texto. ¿Quiénes de vosotros visteis esa enorme letra C que hay al fondo de la imagen? Seguro que algunos no fuisteis conscientes de ella, y es que aproximadamente la mitad de quienes miran la foto no llegan a percibirla, porque no todas las personas tienen la misma competencia visual. Si os encontráis entre ese 50% que no vio la C tampoco debéis preocuparos en exceso, ya que se trata de una competencia que se puede entrenar. Sólo se trata de hacer un esfuerzo mayor por escrutar hasta el más mínimo detalle el contexto que nos rodea puesto que con demasiada frecuencia vamos demasiados absortos en nuestro mundo interior y le prestamos poca atención. Al menos esa es la tesis que Amy E. Herman sostiene en su libro "Inteligencia Visual: Agudiza tu percepción, cambia tu vida".
Y ahora un último problema visual ¿qué ves en esta foto?
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