La potencialidad que tiene la fotografía para facilitar la expresión de emociones la convierte en una excelente herramienta para el trabajo con jóvenes y adolescentes en una etapa vital en la que están en pleno proceso de construcción de la identidad personal. También puede ser una eficaz herramienta de empoderamiento que sirva a los jóvenes a contar su propia historia, y a comunicarse sin necesidad de palabras, mostrando aspectos de su vida, su contexto y sus relaciones a través de las fotografías tomadas.
Quizá sea Photovoice la técnica más conocida y utilizada como herramienta de empoderamiento de colectivos marginados por edad, género, cultura, clase o raza. Desarrollada por Caroline Wang y Mary Ann Burry en 1997 para apoyar a mujeres de un poblado chino en un programa de desarrollo comunitario, tiene sus fundamentos en la fotografía documental, la teoría feminista y la pedagogía crítica de Paulo Freire. Es una técnica empoderadora y dirigida al cambio social que permite a los participantes recopilar información sobre su contexto, sus condiciones de vida y sus necesidades. Son esos mismos participantes quienes toman las fotografías de aquellos aspectos de su entorno que consideran más relevantes. Con posterioridad se reúnen en grupos para dialogar y reflexionar sobre las imágenes capturadas y así tomar conciencia de cuáles son las necesidades de su comunidad. Los resultados de esa reflexión colectiva pueden ser trasladados a los responsables políticos como demandas que buscan provocar cambios contextuales (Wang y Burris, 1997). Photovoice ha sido utilizado con diferentes grupos minoritarios tales como colectivos económicamente desfavorecidos, prostitutas, personas con discapacidad o niños de la calle.
Un buen ejemplo de este uso puede verse en el documental Los niños del barrio rojo, dirigido por Zana Briski y que en 2005 obtuvo el Oscar al mejor documental. El film presenta el trabajo llevado a cabo por esta fotógrafa y cineasta inglesa en el barrio rojo de Calcuta, con hijos de prostitutas a quienes animó a tomar fotografías con cámaras que les regaló para realizar luego una exposición con sus fotos. De esa forma, Briski intentó, con un éxito relativo, sacar a los chicos de la pobreza en que vivían y llevarlos a la escuela.Pero no cerraríamos bien este apartado sin aludir a algo que por ser tan evidente puede pasar desapercibido, el hecho de que la fotografía es una actividad creativa y artística con cualidades terapéuticas en sí misma. Una actividad espontánea que favorece el descubrimiento y la creación, libre de corsés y condicionantes. Que permite, a quien se adentra en ella, recuperar la capacidad que tuvimos en la infancia de imaginar y fantasear y que perdimos con la educación escolar y la vida cotidiana. Crear es un juego de descubrimiento y construcción de nuestra identidad y de diálogo con nuestro yo interior. La mejor manera de satisfacer esa necesidad tan humana de exteriorizar y comunicar lo que sentimos.
Texto extraído de "Más allá del encuadre. Psicología del hecho fotográfico"
Fotografía de "Los niños del barrio rojo"