sábado, 14 de diciembre de 2019

LEYENDO UNA IMAGEN DE ROBERT ADAMS




He elegido una fotografía del estadounidense Robert Adams, un profesor universitario de literatura inglesa que poco a poco fue dejando su carrera universitaria para dedicarse a la fotografía. Así, se convirtió en un fotógrafo paisajista empeñado en documentar y denunciar con su cámara la profunda transformación que estaba experimentado el paisaje del Oeste de los Estados Unidos como consecuencia de la explotación industrial y la urbanización descontrolada. A diferencia de su homónimo Ansel Adams, que recogió en sus imágenes la belleza de los parajes naturales, su visión es mucho más crítica y pesimista. Sus paisajes son fríos y distantes, aunque no exentos de cierta belleza, y denotan la influencia de autores como Walker Evans o Bernd e Hilla Becher. Algunas de las fotografías de Robert Adams fueron incluidas en La exposición “The New Topographics: Photographs of a Man Altered Landscape”, una exposición que cambió el concepto de fotografía de paisaje y rompió con la visión tradicional del paisaje idealizado.

La mayoría de imágenes de Adams incluyen espacios abiertos en los que la actividad devastadora del hombre es evidente pero sin que aparezcan personajes en el encuadre, aunque su presencia suele estar sugerida. La foto que he elegido es algo diferente. En este caso se trata de una foto de la fachada de una casa tomada desde muy cerca, lo que nos impide ver la casa completa, y que nos recuerda a esas imágenes de moteles o de hogares que hemos visto tantas veces en las películas rodadas en territorios del Oeste norteamericano. Se trata de una vivienda sencilla de una sola planta con una amplia ventana a través de la cual se observa la silueta de medio cuerpo de una mujer. La fuerza compositiva de esta imagen tan minimalista reside en el potente contraste creado entre esa silueta y el fondo luminoso del recuadro blanco de una ventana abierta tras la mujer. Es en ese recuadro contrastado y luminoso, y que atrae poderosamente nuestra mirada, donde reside toda la fuerza de la imagen. Ese pequeño detalle convierte la foto, que como muchas de las imágenes de Adams podría ser considerada fría y aburrida, en una imagen muy sugerente e inquietante que abre ante el espectador muchas preguntas sin respuestas.

Como muchas otras imágenes de Adams, la foto tiene ese hopperiano aire triste y melancólico creado por la soledad que desprende ese personaje femenino y por la desnuda simplicidad de esa construcción sin ningún tipo de elemento que engalane la fachada, salvo ese triste “812” que figura sobre la puerta de entrada y ese pedazo de césped artificial extendido delante. A pesar de esa alta numeración, pienso en una casa probablemente prefrabricada e instalada en un lugar solitario y aislado. Uno de esos lugares que el antropólogo francés Mar Augé denominó no-lugares. Un espacio transitorio despersonalizado y sin la identidad suficiente como para ser considerado un lugar.

Con frecuencia nos resulta difícil entender qué es lo que determina que una foto sea mejor que otras, pues suele ser algo impreciso e intuitivo. Y algo impreciso es lo que hace que a mi juicio esta foto de Robert Adams destaque por encima del resto de su obra.

Alfredo Oliva Delgado