Que el color de las cosas que nos rodean influye en nuestras
emociones y estados de ánimo parece una obviedad que pocos se atreverían a
poner en cuestión. Sin embargo, a pesar de lo mucho que se ha escrito sobre este
asunto a lo largo de la historia pocas cosas han quedado claras. Y es que si
bien se ha acumulado una abundante literatura científica acerca del color, la
mayoría de estos estudios se han centrado en aspectos físicos o fisiológicos.
Solo durante la última década han aparecido estudios de cierto rigor empírico
sobre los efectos de la percepción del color sobre el funcionamiento humano. Por
lo tanto, mucho de lo que se ha escrito al respecto tiene una dudosa
credibilidad por basarse en intuiciones o reflexiones poco sustentadas en la
evidencia resultante de la investigación. Uno de los primeros escritos sobre la
influencia del color en la experiencia emocional fue "Teoría de los
colores" de Johann Wolfgang von Goethe, en el que el poeta y erudito
alemán, de forma demasiado simplista, categorizaba los colores en mayores (amarillo,
naranja, rojo) y menores (azul, verde,
violeta). Mientras que los primeros inducían sentimientos positivos en el
observador, los segundos generaban sentimientos negativos, como ansiedad,
inquietud o frialdad. No puede decirse que el literato germano anduviera muy
acertado en este punto.
A día de hoy sabemos algo más sobre la materia, y las
conclusiones de una amplia revisión publicada en Annual Review of Psychology
contribuyen a mejorar nuestros conocimientos sobre cómo el color influyen en
nuestros afectos, cogniciones y conductas. Quizá sea el rojo el color que ha
recibido una mayor atención por parte de los estudiosos. El hecho de que sea el color de la sangre, y
por ello de la vida, o que las variaciones en el flujo de la sangre en rostro y
cuerpo contengan mucha información, desde la palidez del miedo, pasando por el
rubor de la vergüenza o la excitación sexual hasta el enrojecimiento de la ira
o agresividad, podrían justificar esta atracción que el rojo ejerce sobre
nuestra atención. No obstante, lo que indican los estudios es que el
significado del color depende del contexto en que lo vemos. Por ejemplo, el
rojo puede conllevar un significado negativo o amenazante cuando se observa en
un rival o contrincante generando una respuesta evitativa, o un significado positivo y apetitivo que nos
impulse a acercarnos, si lo vemos en una pareja potencial. El objeto en el que
vemos el color también modera su significado: una mujer con una camiseta roja
puede parecernos sexy y atractiva, pero si es una mujer de negocios la que va
vestida enteramente de rojo, puede parecernos pasada de moda y hortera. Y si es
el defensa central del equipo rival el que lleva la camiseta roja nos puede
llegar a intimidar. No obstante, en términos generales, tanto el rojo como el
amarillo suelen usarse como indicadores de peligro en señales, luces de freno,
etc. Requerirían de un contexto claramente
apetitivo (sexo o flirteo) para impulsar una asociación positiva.
También el azul y el verde han generado mucho interés entre
los investigadores ya que ambos tienen vínculos positivos con elementos de la naturaleza como el cielo,
el agua o la vegetación, de ahí su asociación con sentimiento positivos, como
la paz, la calma o la franqueza. Se trata de colores que la investigación ha
mostrado que facilitan el desempeño en la realización de diferentes tareas
cognitivas, y que inducen relajación y concentración.
Como conclusión se puede decir que aún queda muchos por
estudiar, no obstante, y en lo que a la fotografía se refiere se puede afirmar
que si a la fotografía en blanco y negro se le atribuye con frecuencia una
mayor capacidad para punzar nuestro mundo emocional, esa es una idea que
tendremos que empezar a descartar. Y es que esa concepción se deriva del hecho
de que las primeras imágenes que contemplamos en fotografía, cine y televisión quienes
tenemos en torno o más de cincuenta años fueron monocromas. Imágenes que dejaron un poso emotivo en nuestra retina
y nuestro cerebro que vibra con frecuencia cuando nos enfrentamos a fotografías
que reavivan esa memoria visual. Sin embargo, nuestro cerebro ha sido diseñado
para responder a los colores con distintos estados emocionales que generan
conductas de acercamiento o evitación, y es que, como dice la canción
"todo es de color".