La fotografía digital ha traído consigo un buen montón de
nuevos aficionados, lo que también ha supuesto que las editoriales se hayan
lanzado a publicar libros dirigidos a esta tropa ávida de mejorar su técnica
con la cámara. Una visita a cualquier librería de fuste nos mostrará una
verdadera inflación de libros sobre exposición, iluminación, composición, y, como
no, procesado con Photoshop. Sin embargo, no puede decirse que abunde la
literatura que incida sobre esos aspectos de la fotografía algo más etéreos y
que con frecuencia la sitúan en un nivel narrativo más creativo o, por qué no,
más poético. Siempre podemos volver a la
pluma erudita de Susan Sontag, a la semiótica sobrevalorada de Barthes, a los
textos clásicos sobre estética recopilados por Fontcuberta, o, aunque hayamos dejado bien atrás los veinte
años, a la frescura de Eduardo Momeñe. Yo lo hago con frecuencia, y creo que lo
seguiré haciendo.
Pero si andas con hambre de leer algo nuevo, publicado en
castellano y que merezca la pena, creo que tienes una buena opción. Se trata de “Poética
fotográfica”, un libro editado este mismo año por la editorial Casimiro y
escrito por Llorenc Raich Muñoz, profesor del Instituto de Estudios
Fotográficos de Cataluña.
Se trata de un libro pequeño en el que el autor hace un
repaso de todos esos autores que en su opinión a lo largo de los dos últimos
siglos nos han ofrecido, o lo siguen haciendo, una obra de entidad y cargada de significado. Creo que el apartado más interesante es el que
hace referencia a la narrativa fotográfica, y aunque una única imagen pueda
bastar para narrar una historia, es en
la secuencia o agrupación de imágenes en
dípticos, trípticos, series o proyectos, donde reside la mayor capacidad de la
fotografía para la narración. Utiliza Raich unas palabras de José Saramago para
referirse a este diálogo narrativo que puede establecerse entre imágenes “Ninguna
palabra es en sí poética. Lo que la hace poética es la palabra que está al lado”.
Aunque tal vez se le pueda reprochar al autor la
subjetividad en la elección de fotógrafos, algo que él reconoce y justifica, o
lo críptica que resulta su prosa en algunos momentos, como cuando describe el
discurso narrativo de las obras de algunos autores contemporáneos, creo que es
un libro que se merece una lectura reposada.
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