domingo, 22 de mayo de 2016

Sobre la influencia del color en emociones y conductas.




Que el color de las cosas que nos rodean influye en nuestras emociones y estados de ánimo parece una obviedad que pocos se atreverían a poner en cuestión. Sin embargo, a pesar de lo mucho que se ha escrito sobre este asunto a lo largo de la historia pocas cosas han quedado claras. Y es que si bien se ha acumulado una abundante literatura científica acerca del color, la mayoría de estos estudios se han centrado en aspectos físicos o fisiológicos. Solo durante la última década han aparecido estudios de cierto rigor empírico sobre los efectos de la percepción del color sobre el funcionamiento humano. Por lo tanto, mucho de lo que se ha escrito al respecto tiene una dudosa credibilidad por basarse en intuiciones o reflexiones poco sustentadas en la evidencia resultante de la investigación. Uno de los primeros escritos sobre la influencia del color en la experiencia emocional fue "Teoría de los colores" de Johann Wolfgang von Goethe, en el que el poeta y erudito alemán, de forma demasiado simplista, categorizaba los colores en mayores (amarillo, naranja, rojo) y  menores (azul, verde, violeta). Mientras que los primeros inducían sentimientos positivos en el observador, los segundos generaban sentimientos negativos, como ansiedad, inquietud o frialdad. No puede decirse que el literato germano anduviera muy acertado en este punto.

A día de hoy sabemos algo más sobre la materia, y las conclusiones de una amplia revisión publicada en Annual Review of Psychology contribuyen a mejorar nuestros conocimientos sobre cómo el color influyen en nuestros afectos, cogniciones y conductas. Quizá sea el rojo el color que ha recibido una mayor atención por parte de los estudiosos.  El hecho de que sea el color de la sangre, y por ello de la vida, o que las variaciones en el flujo de la sangre en rostro y cuerpo contengan mucha información, desde la palidez del miedo, pasando por el rubor de la vergüenza o la excitación sexual hasta el enrojecimiento de la ira o agresividad, podrían justificar esta atracción que el rojo ejerce sobre nuestra atención. No obstante, lo que indican los estudios es que el significado del color depende del contexto en que lo vemos. Por ejemplo, el rojo puede conllevar un significado negativo o amenazante cuando se observa en un rival o contrincante generando una respuesta evitativa,  o un significado positivo y apetitivo que nos impulse a acercarnos, si lo vemos en una pareja potencial. El objeto en el que vemos el color también modera su significado: una mujer con una camiseta roja puede parecernos sexy y atractiva, pero si es una mujer de negocios la que va vestida enteramente de rojo, puede parecernos pasada de moda y hortera. Y si es el defensa central del equipo rival el que lleva la camiseta roja nos puede llegar a intimidar. No obstante, en términos generales, tanto el rojo como el amarillo suelen usarse como indicadores de peligro en señales, luces de freno, etc.  Requerirían de un contexto claramente apetitivo (sexo o flirteo) para impulsar una asociación positiva.

También el azul y el verde han generado mucho interés entre los investigadores ya que ambos tienen vínculos positivos  con elementos de la naturaleza como el cielo, el agua o la vegetación, de ahí su asociación con sentimiento positivos, como la paz, la calma o la franqueza. Se trata de colores que la investigación ha mostrado que facilitan el desempeño en la realización de diferentes tareas cognitivas, y que inducen relajación y concentración.


Como conclusión se puede decir que aún queda muchos por estudiar, no obstante, y en lo que a la fotografía se refiere se puede afirmar que si a la fotografía en blanco y negro se le atribuye con frecuencia una mayor capacidad para punzar nuestro mundo emocional, esa es una idea que tendremos que empezar a descartar. Y es que esa concepción se deriva del hecho de que las primeras imágenes que contemplamos en fotografía, cine y televisión quienes tenemos en torno o más de cincuenta años fueron monocromas. Imágenes  que dejaron un poso emotivo en nuestra retina y nuestro cerebro que vibra con frecuencia cuando nos enfrentamos a fotografías que reavivan esa memoria visual. Sin embargo, nuestro cerebro ha sido diseñado para responder a los colores con distintos estados emocionales que generan conductas de acercamiento o evitación, y es que, como dice la canción "todo es de color".